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Cauchos Ya suplanta a Savoy en una valla única

La valla “de Savoy” en el edificio Pigalle de Bello Monte, que fue parte del paisaje urbano y emblema caraqueño por más de medio siglo, ya tiene nuevo dueño: Cauchos Ya, marca-slogan de una empresa con sede en Valencia, que desde el nombre promete un milagro: conseguir neumáticos.

Cauchos Ya calcula sus precios en dólares –obvio—y vende por internet con un truco sencillo: publicita fuerte en medios masivos para arrastrar clientes a la web. Por eso pauta en televisión, radio y vallas. Ahora estará sobre el edifico Pigalle reemplazando a Savoy desde el 1 de mayo. La imagen que publica PRODUCTO es un fotomontaje facilitado por Style.

La historia tuvo principio –y final para Savoy (ver http://www.producto.com.ve/pro/palestra-especiales/desmontan-hist-rica-valla-savoy-sus-altos-costos-mantenimiento)--cuando Guido Cavalli, presidente de Aficheras Nacionales Style,  quiso ajustar el  canon de la valla a  unos 2.000 dólares mensuales  y se dio de bruces con la negativa de Nestlé. Hubo un tira y afloje, lógico, pero sin vuelta atrás.

Contra todo pronóstico la multinacional suiza decidió bajar el slogan de Savoy “con sabor venezolano” de sus dos posiciones: la del Pigalle y su instalación gemela en el edificio Vivel, también en Bello Monte, creada como réplica cuando el condominio de Pigalle demandó a Vepaco, anterior dueño de ese espacio, por no pagar el arriendo. Cavalli –hábil—había ayudado a resolver aquel entuerto fastidioso y como “premio” se quedó con la histórica instalación: primera valla luminosa de Caracas, hoy dotada con paneles solares.

El corto circuito entre Style y su cliente afectó también otras vallas que serán bajadas. La relación fue buena y de mutuo beneficio por muchos años y así lo entienden ambos tras la puja. “Nos dio pena perder las vallas, pero pretendían 25.000 dólares al año por cada una y nosotros no somos ni seremos nunca rehenes de un espacio”, dijo a PRODUCTO Andrés Alegrett, VP de Confites de Nestlé.

Cavalli justifica su pretensión de aumento asegurando que “el mantenimiento y los materiales han subido mucho y los alquileres más”. Y agrega: “ellos quizá pensaron que no tendríamos otro cliente, pero la vendimos enseguida a Cauchos Ya”.  También comenta, como al pasar, que está negociando la valla del edificio Vivel con la marca de limpiadores Clic. Se nota que para ambas partes el orgullo profesional juega duro. Mejor así.  Es una clave a tener en cuenta siempre en los negocios.

Ahora  bien ¿es mucho pagar el equivalente a 2000 dólares por  una valla tan emblemática? Mirar hacia el cielo de Caracas era verla. Incluso desde el Estadio Universitario, emergía con fulgor sobre las tribunas, con más visibilidad que los carteles propios del sitio. La valla que tenía allì Savoy fue parte del paisaje citadino tanto como la silueta de la lata azul de crema Nívea que pervive en la autopista del Este (aunque ese empaque que ya no existe, por cierto) o aquella máquina Singer “que cosìa” desde el tope de un edificio en Chacaíto.

Pero con todo y su fama, la de Savoy no alcanzó a ser nunca parte de acervo histórico de Caracas, como lo es la de Polar en la torre de la Plaza Venezuela. Seguro porque nadie se ocupó de ello. Craso error. Si hubiese logrado ese status, habría sido más difícil que bajase por un tema crematístico. 

En todo caso la aspiración de Style asomaba alta en este mercado depauperado, donde no sobran clientes –con muchas grandes firmas inactivas o deprimidas—  y cuando todas las empresas de publicidad exterior se han reducido perdiendo instalaciones.

Alegrett pagaba 500 por la valla del Pigalle y 400 por la de Vivel: “subirnos 400% fue una enormidad”  aduce,  fiel a la máxima de que el precio de un bien o servicio siempre lo da el mercado. Una verdad grande como un templo: las vallas más caras de Caracas son las de la autopista del Este y ninguna supera los 600 dólares mensuales. La gigante del final de Las Mercedes, que hoy tiene Cerveza Zulia,  llega a los 900.

Cavalli, de todos modos, dice que llegó a “un buen precio” con Cauchos Ya, aunque no lo revela. Ni vale la pena que lo haga. Porque el tema de fondo no se mide sólo en bolívares.  Los caraqueños van a extrañar la valla del chocolate que estuvo allí por casi 60 años y a la cual –vale refrescarlo—la marca Nestlé se montó recién a partir de 2003, cuando compró Savoy y le agregó su apellido suizo, para empezar a entender aquello del “sabor venezolano”.


PUBLICADO: 24 de abril de 2019