Youtube

La historia que Raúl Gorrín le contó a PRODUCTO: Un hombre y su circunstancia

@perlaccs

Pocos conocen su extenso nombre: Raúl Antonio de la Santísima Trinidad Gorrín Belisario. Un hombre simpático que sonríe fácil y se recuerda adolescente, ya huérfano de padre, asociándose con un amigo para vender naranjas frente a Arte Murano. Quizá eso lo marcó. Comprar y vender sin duda lo fascina. Hubiese querido ser ingeniero, pero la vida lo llevó a estudiar derecho en la Universidad Santa María. Ejerció como abogado y, de la mano de Juan Domingo Cordero, entró en negocios bursátiles con el chavismo en pleno avance. Con los mismos socios compró Seguros La Vitalicia. Confiesa haber ganado mucho dinero que en parte invirtió (“para que no se metan contigo”, le aconsejó un asesor) en un medio de comunicación que hasta ese entonces era territorio comanche para el Gobierno. Hoy, a los 48 años, Raúl Gorrín es presidente de la Junta Directiva de Globovisión. Y además de La Vitalicia, es obvio que también tiene otros negocios. Rodeado de polémica desde que su nombre saltó a la palestra pública, no niega su amistad con el ex funcionario gubernamental en los inicios del chavismo, el teniente Alejandro Andrade, pero afirma, enfático —contradiciendo dimes y diretes— que no es “testaferro de nadie”. Es un apasionado de la salsa, el mar, el motocross y el gimnasio. Además de sorprender imitando “pero con mucho respeto” al dirigente adeco Henry Ramos Allup, asombra mucho más por su religión adoptada: es judío converso. 

Hasta que PRODUCTO llegó a su casa de Coral Gables, Miami, Florida, Raúl Gorrín nunca había concedido una entrevista. Lo habían buscado sin pausa, pero sin suerte, desde periódicos y programas radiales venezolanos y latinoamericanos, hasta The Miami Herald e incluso la cotizada Patricia Janiot para su espacio en CNN. Pero nada.

Situada en las entrañas de la exclusiva zona de Cocoplum, la casa de la familia Gorrín es una de las más sobrias. En el marco de la puerta hay un mezuzah; Cruz-Diez y Botero saltan a la vista en perfecta armonía con espacios en blanco y una elegancia absolutamente minimalista. La casa de áreas abiertas y ventanales panorámicos, deja ver un pequeño muelle con un yate atracado. En el garaje hay –se sabe– al menos un Maserati y un Ferrari. Pero nada de eso sorprende, porque esos lujos son la confirmación tangible de lo aparecido en muchos portales.

El anfitrión llega, saluda, sonríe. Presenta a su esposa, novia de toda la vida, María Alexandra Perdomo (hermana de su socio Gustavo Perdomo, presidente ejecutivo de Globovisión). Juntos tienen 3 hijos y un nieto. Dice que se siente “orgulloso de ser la cara visible de una empresa cuya materia prima es la noticia”. 

Un mezuzah en la puerta, no sabíamos que era judío…

—Soy judío converso. Esto es algo con lo que me encontré de adulto. Una forma de creer con la que me siento identificado.

De San Antonio de los Altos a Coral Gables ¿Cómo fue la transición?

—No soy de San Antonio. Soy del barrio Buenos Aires de Puente Hierro. Allí viví hasta los 12 años, que fue cuando nos fuimos a San Antonio buscando una mejor vida. A mi papá le salió una oportunidad y nos mudamos a un apartamento.

¿Qué hacía su papá?

—Era inspector de salud pública, trabajaba en Sanidad, y mi mamá es enfermera.
Va a cumplir 79 años, ella es mi pilar.
Ella me formó con mucha ética de trabajo y de constancia. Quedó viuda a los 42 años y le tocó muy duro.

¿Cómo fue vivir en un barrio y luego en una urbanización?

—Nunca me sentí pobre a pesar de vivir en un barrio. Vivíamos en una casa muy digna, la casa de mis abuelos. Mi abuelo era maestro de obras y trabajaba en una empresa grande de construcción (Guinand Brillembourg). Él era hijo de canarios, y de allí me viene a mí lo del emprendimiento. Nos vamos a San Antonio y empezamos a tener una mejor vida, clase media, apartamento propio, pagado a crédito. Pero mi papá muere cuando yo tenía 14 años y de allí en adelante todo cambió. Nos ejecutaron la hipoteca porque mi mamá no la pudo seguir pagando. La vida se volvió muy difícil para mí, pero eso fue lo que me formó el carácter.

¿Cuántos hermanos son?

—Soy hijo único y tengo tres hermanos por parte de padre. Tengo poca relación con ellos.

¿Cómo se convierte en abogado?

—Creo que fue como una luz, una epifanía que me dijo es por aquí la cosa. Empecé estudiando ingeniería aeronáutica, en el Instituto Universitario de las Fuerzas Armadas (IUFAN). Como no tenía los recursos para vivir en Maracay, vivía con unos primos en Valencia y me paraba todos los días muy temprano. Pero como todo, al poco tiempo te conviertes en un peso, y decidí dejar la carrera. En ese entonces ya yo era novio de mi esposa, María Alexandra, y su mamá que era defensor público, me dijo que el vicerrector administrativo de la Universidad Santa María era amigo de ella, y que si yo me quería cambiar de carrera, había la posibilidad de entrar en el propedéutico de derecho en esa universidad. Así que acepté la propuesta, hice el curso, lo pasé y empecé. Gracias a esto descubrí una carrera humana y real, por la que me apasioné.

Pero le gustaban los números…

—Me gustan, pero como dice Ortega y Gasset, es el hombre y su circunstancia (N de la R: La frase de Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote es: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”).  Me hubiera gustado terminar ingeniería, pero no tuve cómo y me adapté a mis posibilidades. Estudiar derecho me hizo volver a mi casa en Caracas. Ya en segundo año de la carrera, comencé a trabajar en tribunales y me apasioné más. Pero reconozco que sigo siendo ingeniero de corazón. Yo veo al ingeniero como un creador y vivo todo el tiempo creando.

¿Y fue por eso que cambió la abogacía por los negocios?

—No. Desde niño he tenido la vena empresarial. Mi naturaleza siempre ha sido aspiracional. Me gusta escalar posiciones. Me gusta competir. Y después de que murió mi papá tuve que inventarme muchas cosas, oportunidades. Por ejemplo, de adolescente era muy amigo de Alberto Arias, el hijo del historiador Alberto Arias Amaro. Su familia tenía una casa en San Antonio y en ella había unos naranjales bellísimos y llegamos al acuerdo de que él ponía las naranjas y yo las bolsas y nos íbamos los dos a Arte Murano a vender naranjas. Así que siempre he comprado y vendido algo.

Pero ¿ejerció como abogado?

—Claro. Y fui exitoso. No era un abogado publicitado o al que le gustara los medios. Creo que mientras más bajo perfil  seas, puedes manejarte mejor en el mundo de los negocios, que como se sabe es un ambiente donde hay zancadillas, por lo que mientras menos te conozcan mejor.

Volviendo al Gorrín abogado, ¿cuál es su especialización?

—Derecho penal.

¿Y cómo salta un abogado en derecho penal a los negocios?

—En l994 ya estaba en cuarto año de la carrera y trabajaba como escribiente en un tribunal en el que mi suegra que era juez, y al que se le asignó el caso del Banco Latino. Toda esa crisis y sus resultados me hicieron apasionarme por el tema financiero. Y me dije: “algún día, voy a tener un banco o una compañía de seguros”. De hecho, me especialicé en la defensa del ámbito bancario y temas de seguros.

¿Es así como conoció a Álvaro Gorrín?

—Sí, ellos me convocan por el caso MicroStar. A él le pareció interesante que tuviéramos el mismo apellido sin ser familia, y así participé en su defensa.

¿Y cómo empieza a ganar dinero?

—Empecé comprando el 50% de Interbursa Casa de Bolsa y me hice socio de Juan Domingo Cordero. Estando en Interbursa llega La Vitalicia, que era una empresa de seguros de vida creada por un grupo chileno en 2001, que fue la única licencia que dio el gobierno de Chávez y que nosotros adquirimos en el 2006. En ese momento, la empresa solamente tenía seguros de vida. Hablamos con Superintendencia y desarrollamos los otros productos, porque el negocio de seguros de vida no es el más rentable, por temas inflacionarios, así que solicitamos ampliarnos para ser más competitivos frente a las demás compañías. Y en 2008 salimos al mercado con fuerza y campaña publicitaria. Nos trajimos corredores con sus carteras, ejecutivos, armamos una empresa sólida y empezamos a dar buen servicio. Por cierto, La Vitalicia jamás ha tenido contratos con el Estado, ni siquiera estamos inscriptos en el Registro Nacional de Contratistas. Esto es algo que cada vez que lo digo sorprende, pero es así.  Porque para nosotros el nicho verdadero está en la empresa privada. Hoy estamos en el puesto 12 del ranking asegurador.

Entonces, usted estaba cumpliendo metas: primero la casa de bolsa, luego la aseguradora, ¿pero de dónde sale el dinero para tener esta casa en Miami y poder comprar Globovisión?

—Sencillo. Entre 2005 y 2010 el barril de petróleo pasó de 7 a 140 dólares, y esto gestó una apertura del sector financiero. El gran negocio era el cambio y en un momento en Venezuela hubo 150 casas de bolsa, sin que en el país hubiese mercado bursátil. Todo era por el cambio y era lícito. Luego en 2009 se extinguen las casas de bolsa, llevan presa a la gente de Econoinvest y hubo todo ese descalabro. Pero antes de eso, las casas de bolsa ganamos mucho dinero. En Venezuela se transaban 500 millones de dólares semanales. Y en Interbursa aprovechamos esa bonanza. Además, otra cosa que pasó fue que muchos le tuvieron miedo a Chávez y vendieron o abandonaron sus negocios, y eso fue lo que permitió que gente joven como nosotros, queriendo entrar en este ámbito, tuviera más oportunidad. En lo particular aplico lo que dice Warren Buffett, uno de mis guías en los negocios: jugar a la inversa. Cuando todos venden, yo compro, cuando los demás compran, yo vendo. Así compras barato y vendes caro.

¿Entonces todo esto se lo debe, digamos, a ese tiempo?

—Se lo debo a Interbursa y todo lo que pude aprender de Juan Domingo Cordero, que es un hombre que sabe mucho de ese ambiente y que incluso fue presidente de la Bolsa de Valores de Caracas. En aquel entonces, él vio en mí la garra, las ganas necesarias y nos asociamos. Recuerdo que todo lo que tenía lo puse en Interbursa y al cabo de poco tiempo había recuperado mi inversión.

Okey… ¿y de dónde surge el interés en comprar Globovisión?

—Con La Vitalicia nos fue muy bien y eso nos hizo crecer. En esto de los negocios cuando creces comienzas a pisar callos. Empezamos a hacer ruido y con ello comenzaron los ataques y algunos periodistas inescrupulosos a pedir dinero, a extorsionar. En medio de esto, un asesor me dijo “el día que compres un medio de comunicación más nunca se meterán contigo”. Escuché la recomendación, investigué, y resulta que todos los grupos financieros o empresariales en el mundo tienen un medio de comunicación. Así que buscando una oportunidad, nos enteramos que querían vender El Universal e hicimos la gestión.

¿Y por qué no lo compraron?

—Con la intermediación de Omar Camero, logramos hablar con Gustavo Rossen quien manejaba los asuntos del periódico para Andrés Mata. En ese momento Chávez estaba convaleciente, había especulaciones, algunos decían que era mentira que estaba enfermo. Pero el señor Mata nos mandó a decir que, si bien estaba interesado en escuchar ofertas, prefería esperar a ver qué pasaba con el presidente.  Entonces desistí. Hasta pensé en que tal vez era mejor crear un portal, algo nuevo, desde cero.

¿Cómo salta a la mesa Globovisión?

—Cordero me pregunta si de verdad yo quería comprar un medio de comunicación. Se lo confirmo. Y él me dice “por qué no compramos Globovisión, a mí me parece que Guillermito vende” (N de la R: el nexo Cordero-Zuloaga se da porque Juan Domingo es tío de Ana Julia Thompson, esposa de Guillermo Zuloaga). 
Al principio pensé que era un chiste, pero no lo era. Cordero sabía de primera fuente que Zuloaga estaba cansado, viviendo en el exterior y ante las vicisitudes  sufridas por el canal, seguramente querría vender. Así que Juan Domingo conversó con él y lo vio abierto a escuchar ofertas. Por supuesto quería conocerme. Así empezó todo. La primeria reunión se hizo en esta casa y recuerdo que Zuloaga me dijo que lo habían dejado como al Quijote, solo en su lucha. Le expliqué por qué quería comprar. Su única preocupación fue saber si Conatel me aprobaría como dueño de un medio.

En ese momento se dijo que usted compraba en nombre del gobierno.

—Eso es una falta de respeto, tanto para mí como para Guillermo Zuloaga.

También se dijo que Guillermo Zuloaga fue presionado para que vendiera el canal

—Todo eso es mentira. Fue un negocio como cualquier otro. Él vendió legítimamente. Aunque sí te puedo decir que él recibió presiones para que no me entregara el canal.

“Guillermo Zuloaga es un señor. hasta el final cumplió con todo lo acordado. El mantuvo su palabra y yo la mía”

¿De quién o quiénes?

—Eso prefiero reservármelo, porque soy un caballero y no violaría mi palabra. Pero yo incluso presencié una de esas llamadas.

¿Es amigo de Guillermo Zuloaga?

—No. Pero nos tenemos un mutuo respeto. Puedo decirte que Guillermo Zuloaga es un señor. La negociación que llevamos fue de caballeros, hasta el final se cumplió con todo lo acordado. Él mantuvo su palabra y yo la mía.

¿Esa fue una negociación de cuánto tiempo?

—Fue relativamente rápida. Cuando arrancamos la negociación todo fue muy formal. A nosotros nos asistió Baker & McKenzie y a ellos el Escritorio Tinoco, Travieso, Planchart y Núñez. Lo cierto es que se solicitaron de lado y lado cualquier cantidad de solvencias y documentos… y frente a todo aquel intercambio de papeles, le dijimos a Guillermo que nos íbamos a demorar un año en eso, por lo que le sugerimos cerrar la compra y el aceptó. Convenida la operación muere Chávez, en marzo de 2013 y Guillermo nos dice que nos entrega el canal después de las elecciones. Aceptamos, y de hecho así pasó. Lo que nadie sabe es en el fragor de la campaña, cuando las encuestas empezaron a dar como ganador a Capriles, Cordero, él y yo tuvimos una reunión bajo la hipótesis ¿de qué pasaría si ganaba Capriles? Allí Guillermo se pone nervioso y yo le pregunto “si eso pasa no me vas a entregar el canal, ¿verdad?”. Por supuesto Cordero salta y apela al compromiso asumido, porque ya le habíamos dado unas arras y el acuerdo estaba cerrado. Yo simplemente le dije que comprendía su posición, porque si ganaba Capriles, era la hora de cobrar, pero le pedí que si era así, que me devolviera mi dinero y nos pagara la indemnización correspondiente, que es lo usual en esto. Nos dimos la mano y todo quedó acordado.

Pero ganó Maduro…

—Sí… y Guillermo nos entregó el canal.

¿Nunca se habló del posible conflicto con los periodistas, que de hecho luego sucedió?

—No, para nada (risas).  Sin embargo, en una de esas tantas conversaciones Guillermo me dijo que él estaba consciente de que Globovisión tenía que cambiar, pero que en sus manos eso era imposible. Y lo entendí. Supuse que él había asumido ciertos compromisos con su equipo y era difícil decirles: “miren el país cambió, y nosotros tenemos que cambiar con él”. En ese momento  el único que escribió algo coherente sobre la negociación fue Ramos Allup. Él dijo (imitando la voz de Henry Ramos) “los canales son empresas, y las empresas se compran y se venden”. En ese entonces no conocía a Henry, hoy hasta me permito imitarlo… pero eso sí, con mucho respeto.

El conflicto sucedió y les tocó enfrentarlo.

—Sí. Y no fue fácil. Pero, lo superamos. Porque cuando tienes un medio de comunicación entiendes que debes manejarlo con pluralismo, y no puedes incurrir en los errores de otros, pues lo correcto es ponerlo al servicio del espectador, sin caer en la subversión o el amarillismo. Claro que cada quien es responsable de su línea editorial y cómo la dirige, pero nosotros cuando nos hicimos dueños de Globovisión, entendimos que nuestro rol era manejar una empresa cuya materia prima es la noticia.

Sin embargo, hay una matriz de opinión sobre Globovisión como pro gobierno…

—(Se ríe) Son las percepciones de la gente. En las encuestas que nosotros consultamos a diario, los chavistas nos perciben como oposición y los opositores como pro gobierno. Es más, no nos han renovado la concesión. ¿Tú crees que si fuéramos un canal del gobierno, estuviéramos preocupados por eso?

Pero con ese cambio de línea muchos periodistas se fueron o los fueron del canal…

—Nosotros no botamos a nadie. A todos se les dio la oportunidad pero la mayoría en ese momento estaba prejuiciada. Había demasiada sensibilidad, sobre todo luego de la salida de  Leopoldo Castillo, quien al final dijo que “Globovisión había nacido para triunfar”.

“ Creo como Michael Corleone que odiar a quien te adversa, resta objetividad”

Shirley Varnagy dijo que se fue porque la censuraron.

—A Shirley la promovimos. Ella hacía Soluciones y le dimos una revista con horario estelar. Yo creo que usó la entrevista a Mario Vargas Llosa como excusa porque se sentía muy presionada por lo que le decían en Twitter. Y de hecho, ha querido volver, porque sabe que eso fue un error.

¿Qué falta en su to do list?

—Nada falta por hacer, porque constantemente estoy haciendo. Ahora viene la internacionalización de Globovisión y el lanzamiento de un holding de retail de moda vía e-commerce en Estados Unidos y Europa. Globovisión Internacional arrancará a finales de este año, primero en Estados Unidos y luego España. Lo otro, el retail, Tendive SA, será el año que viene.

Eso significa más inversión en el canal.

—Sin duda. En abril de 2013 le pusimos al canal 2.648 millones, en lo que va de año hemos invertido 4.200 millones. Tener un canal de televisión implica renovar equipos, estar al día en tecnología. Soy fiel creyente en Venezuela. Sé que nos vamos a recuperar. Por eso no me pesa invertir en mi país. Ahora es que hay Venezuela para rato.

Volviendo a los rumores ¿Qué hay de cierto en que usted es testaferro de grupos chavistas, en especial de círculos ligados al diputado Diosdado Cabello o al teniente Alejandro Andrade?

—No necesito ser testaferro de nadie. Esa palabra me parece terrible. A Diosdado Cabello lo conocí en el canal, porque fue a una entrevista con Vladimir Villegas. Y nada más. De Alejandro Andrade soy buen amigo. Vive fuera de Venezuela desde hace muchos años. No tengo más nada que decir al respecto.

¿Y lo del Banco Plaza? ¿No es usted el dueño?

—No es cierto. Además no podría serlo. La Ley de Bancos lo prohíbe expresamente. Aunque es una Ley anticonstitucional y cuando esa Ley cambie, veremos.

¿De dónde creen que salen todos los rumores sobre usted?

—¿Sabes la fábula de la serpiente y la luciérnaga?

No.

—Una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga, por donde esta se metía, la serpiente la encontraba, luego de un rato, cuando ya la luciérnaga estaba cansada, se detuvo y le dijo a la serpiente: “Ok, ya va. ¿Puedo hacerte 3 preguntas antes de que me comas?”. “Sí, claro”, respondió la serpiente. “¿Formo parte de tu cadena alimenticia?”, preguntó la luciérnaga. “Uhmmm, no”, dijo la serpiente. “¿Te he hecho algo?”. “Bueno la verdad es que no”, reflexionó la serpiente. “¿Entonces por qué me quieres comer?”, preguntó extrañada. “Pues porque no soporto que brilles”, sentenció la serpiente.
La gente no soporta el éxito ajeno.

Entonces ha tenido que blindarse para que nada de esto lo perturbe.

—Algo así. Soy un hombre de carácter, no soy dócil. Trato a todo el mundo con respeto y le doy su puesto. Pero no permito que me irrespeten. Esto es producto de mi educación. Y creo, como Michael Corleone, que odiar a quien te adversa, te resta objetividad.

Michael Corleone ¿el de El Padrino?

—Sí

Mejor hablemos de otra cosa. Dicen que es fanático de la salsa ¿quiénes son sus favoritos?

—Canto y bailo pegao (risas) Héctor Lavoe e Ismael Rivera son los más grandes soneros.

¿Hobbies?

—Lo mío es el mar, es mi pasatiempo favorito. En mi yate  me lleno de mucha energía y es el lugar donde logro concentrar a mi familia, allí no tienen  escapatoria (risas). También me gusta leer. Cuando tengo tiempo ando con un libro encima.

¿Qué lee ahora?

—”El arte de negociar”, de Donald Trump, fue su primer libro, donde destaca las destrezas que lo han llevado al éxito en el mundo de los negocios.

¿Practica algún deporte?

—Me gusta hacer ejercicio. Corro 6 kilómetros diarios y luego hago una hora de workout. También hago motocross. Para este deporte tienes que estar en forma. Lo practico los fines de semana y en 4 horas quemas 3.500 calorías. Me gusta mucho. Me hace sentir joven y aventurero.

-¿Y los carros? Tiene un Maserati y un Ferrari.

—Sí, pero lo de los carros es más por mis hijos. Ahora ¿cuál es el problema de que una persona que trabaja y gana buen dinero los disfrute? También es una forma de sentir el éxito.

Hay muchas obras de arte en su casa. ¿Esto es un hobbie o una inversión?

—Eso es cosa de María Alexandra, mi esposa. A ella le gustan, y claro además ornamentan y llenan de energía nuestra casa, pero no es un hobbie. Evidentemente, el arte es un negocio. Recuerda que en este tipo de cosas soy como “El jardinero” de Wilfrido Vargas.

¿Cómo es eso? ¿Tiene un jardín de rosas?

—No... soy elegante, rico y sencillo...(risas).

 

El empresario fanático de El Padrino

La biografía de Raúl Gorrín no es muy distinta a la de otros empresarios surgidos de las entrañas de la revolución. Personas de escasos recursos y vidas difíciles que, de pronto, están en el sitio correcto y en el lugar correcto para hacerse ricas. 

Según el relato que el propio Gorrín le cuenta a la periodista Perla Crespo-Izaguirre y que se publicó en PRODUCTO, las inmensas ganancias de Interbursa, una desaparecida casa de bolsa que vivió la buena época del dólar permuta y los bonos en dólares pagaderos en bolívares -prácticas que la revolución amamantó hasta que el hoy díscolo Jorge Giordani sufrió un ataque de congestión ética y acabó con esos negocios- fueron la base de su poder financiero.

De Alejandro Andrade, ex tesorero nacional hoy detenido y testigo protegido en Estados Unidos, y solicitado por Venezuela, Gorrín solo dice: "De Alejandro Andrade soy buen amigo. Vive fuera de Venezuela desde hace muchos años. No tengo más nada que decir al respecto". Alejandro Andrade es el nombre de su tragedia, ahora.

Esta entrevista es un documento histórico ahora, relevante para ver con quiénes Gorrín hacía negocios y a qué círculos llegaba en sus tiempos de bonanza. 

Es, sin duda, una gran ironía que la película favorita de Gorrín sea El Padrino, y que uno de sus lemas de negocios sea una frase de Michael Corleone, otro hombre ambicioso que pagó caras las consecuencias de su ambición y sus malas decisiones. Como el personaje de Mario Puzzo, Gorrín intentó ganar legitimidad, disipar las sospechas, acallar los rumores, y así lo ha seguido haciendo hasta ahora con una campaña institucional de su fundación, donde intenta posicionar su apellido como marca, sinónimo de buena gerencia, sólida cultura corporativa y sentido social.

Empleados de Seguros La Vitalicia y Globovisión, incluidas las personalidades que sirven de imagen al canal de noticias hablan de lo bueno que es trabajar en sus empresaas, de las oportunidades recibidas. En fin, del ejemplo de esa "nueva generación", esa "nueva clase empresarial" que la revolución tuvo como hijos no deseados. A esos también los está devorando.

Armando J. Pernía


PUBLICADO: 20 de octubre de 2016