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¿Lo natural es siempre bueno? Cinco alimentos lo cuestionan

Notodo sirve ni todo vale. Huir de la comida rápida y volver a las raíces con el consumo de alimentos naturales es trending topic en los decálogos de bienestar y vida saludable.

Pero hay que andarse con cuidado porque muchos productos que se comercializan bajo el manto de lo natural presentan también algunos inconvenientes. No tanto para eliminarlos de la dieta, sino para moderar su consumo. Esta es la última opinión de los expertos:

1. Pescado azul: con calma y mesura

El pescado azul es rico en grasas omega 3, esenciales para el organismo. Pero debido a la cantidad de metales pesados como el mercurio, que ciertas especies de gran tamaño como el emperador, el atún o el tiburón, acumulan en su grasa, los expertos sugieren moderar su consumo.“Los nutricionistas recomendamos reducir la ingesta de este pescado por precaución”. Se aconseja no comer pescado azul grande más de dos veces al mes, y decantarse por pescados azules de pequeño tamaño, como la sardina o el boquerón, que también contienen grasas omega 3 y están menos contaminados. “El mercurio tiene la capacidad de atravesar la barrera hematoencefálica y afecta el sistema nervioso”, advierten los expertos.

2. Jarabe de maíz: menos es más

Obtenido a partir del almidón de este grano, suele utilizarse para endulzar productos procesados como los zumos de frutas, refrescos, gaseosas, aperitivos dulces, algunos cereales del desayuno, confituras, yogures de sabores o bollería, y en Estados Unidos se ha relacionado con el aumento de la obesidad.

Descubierto en Japón en la década de los 70, la industria alimenticia lo emplea por su elevado poder endulzante y su bajo coste. “El problema de este jarabe es que su sacarosa contiene un nivel de fructosa mayor que el del azúcar (65 % frente a 50 %), y por ello estimula menos los niveles de insulina en sangre y se metaboliza principalmente en el hígado”, indican los expertos: “Las consecuencias de su consumo excesivo pueden ser muy perjudiciales para el hígado y causar trigliceridemia, hiperuricemia e hipertensión”. Otro de los inconvenientes del jarabe de maíz es que la fructosa no estimula la producción de leptina (hormona encargada de activar las señales de saciedad), y el resultado es una sensación de insatisfacción constante que lleva a consumir otros productos dulces para sentirse lleno.

3. Azúcar refinado: se confirma lo ya sabido

Casi todo lo que ingerimos contiene azúcar, no solo los productos dulces, también los salados, como la salsa de tomate, las conservas de verdura, los platos precocinados o incluso los embutidos.

Aunque las propiedades nutricionales de la caña de azúcar son beneficiosas para el organismo (fibra, proteínas y minerales), el proceso de refinado del azúcar lo aleja de estos nutrientes, dejando un único superviviente: la sacarosa. Este compuesto se transforma en energía rápida para el organismo y produce un pico de glucemia brusco y poco fisiológico. “Un exceso de azúcar puede ser devastador para la salud y producir inflamación u obesidad”.

El consumo habitual de sacarosa se ha relacionado con enfermedades como la obesidad y síndrome metabólico, la diabetes tipo II, la aterioesclerosis, las enfermedades degenerativas, el envejecimiento prematuro, la hiperactividad en niños, la gota o las enfermedades inflamatorias, según señala la experta E. Blázquez basándose en artículos científicos como Sugar-sweetened beverages and weight gain in children and adults: a systematic review and meta-analysis,publicado en The American Journal of Clinical Nutrition.

“Alguna vez hemos podido escuchar que nuestro cerebro necesita azúcar, es totalmente cierto, pero la glucosa la podemos obtener de los cereales integrales o las frutas”, precisa Blázquez.

4. Aceite de palma: mejor el de oliva

Es el aceite más utilizado en el mundo por dos razones: es muy resistente a la oxidación y aumenta la palatabilidad por su capacidad de mantenerse sólido a temperatura ambiente.

“Existen muchos productos en el mercado que contienen aceite de palma de manera oculta, el consumidor puede leer en la etiqueta ‘aceites vegetales’ pero no es conocedor del tipo de aceite que están consumiendo”, alerta la nutricionista.

Empleado para la conservación de muchos productos de panadería, bollería o comida preparada, su principal inconveniente es que es rico en grasa saturada. Aunque este tipo de grasa es menos perjudicial que las llamadas grasas hidrogenadas o TRANS (que aumentan en mayor medida los niveles de colesterol), es preferible consumir alimentos que contengan aceite de oliva virgen.

5. Edulcorantes naturales: ¿cuánta estevia hay ahí?

Existe multitud de edulcorantes artificiales que se utilizan para sustituir al azúcar.          Aunque con ellos se logra disminuir el aporte de glúcidos de rápida absorción y contribuyen a reducir las calorías del alimento, algunos expertos aseguran que plantean riesgos para la salud, y sugieren la estevia o el sirope de agave como opciones naturales.                

No es cierto. La estevia no es una alternativa. “Porque lo que encontramos en los supermercados solo es estevia pura en 1 %; el resto ha sido sometido a un proceso industrial para modificar un sabor que no acaba de cuajar. Y el sirope de agave es igual que la miel, que está muy bien, pero no sirve en dietas hipocalóricas”.

La propuesta de los especialistas para endulzar el café de la mañana es inequívoca: “Una cucharadita de azúcar si se trata de alguien que habitualmente no lo consume; o sacarina para los que quieren restar calorías, ya que es un edulcorante que se ha usado desde siempre sin ningún tipo de perjuicio para la salud”, concluye.

Alberto Soria


PUBLICADO: 23 de marzo de 2015