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De cómo transformar el San Ignacio en la Torre Gorrín

 

Grande. Tanto que el mismo Freud no dudaría en hacer algunas acotaciones. Mucho más grande incluso que el nombre del propio centro comercial. Raúl Gorrín, el empresario venezolano, dueño del canal de noticias Globovisión y de la compañía aseguradora La Vitalicia, ha logrado por fin su cometido: imprimir con letras gigantes su apellido en la fachada del edificio de usos múltiples que construyeran en 2009 los arquitectos Carlos Gómez de Llarena y Moisés Benacerraf en la urbanización La Castellana, en Caracas: el San Ignacio.

En lo alto de la Torre Képler. Justo dos pisos más arriba donde se encuentra precisamente su centro de operaciones: el  Grupo Gorrín. Ahí ha mandado a instalar Raúl Gorrín una valla de apenas seis letras. En color dorado, claro. Y extrañamente sin el acento que exige la aguda.

Una valla que no ha tardado en desatar comentarios en las redes sociales. Sobre todo en Twitter. Y también en el propio centro comercial, donde algunos lo han comenzado a llamar bajito “El Santo Gorrín”. O "La Torre Gorrín".

Y se entiende. Ni Lorenzo Mendoza en Polar. Ni Salomón Cohen en el Sambil. Lo ha hecho Gorrín, el abogado de 53 años, por cierto, graduado en la Universidad Santa María. Como se ve: siempre ha estado protegido por algún mártir del santoral.

En octubre de 2018 lo intentó la primera vez. Le pidió permiso al Centro Comercial San Ignacio, que funciona con la estructura y las leyes de un condominio de copropietarios, entre los que está el Fondo de Valores Inmobiliarios, y casi de inmediato recibió la aprobación.

No podía ser de otra manera: es el dueño de la mayoría de las oficinas de las dos torres de ladrillos rojos del San Ignacio. La Copérnico. Y la Kepler, donde antes funcionaban en el piso 8 las oficinas de La Vitalicia y ahora está ubicado su despacho personal. El vecino de abajo del 100% Banco. El inquilino de al lado de un famoso cirujano plástico y, oh, qué curioso también de la escuestadora Hinterlaces. Así que tiene voz y voto. En otras palabras: paga y se da el vuelto.

Solo que en octubre de 2018 estalló el escándalo de blanqueo de capitales en España entre la compañía Rantor Capital, propiedad de Gorrín, y la estatal petrolera Pdvsa por 1.200 millones de dólares. Y en octubre de 2018 se comentaba ya que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos estaba a un tris de sancionarlo  a través la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos (OFAC) por actos de corrupción, sobornos y lavado de dinero.; lo que ocurrió en enero de 2019.

Así que Raúl Gorrín Belisario, su nombre completo, solo alcanzó a poner en ese entonces tres letras de su apellido: Gor. Y las retiró semanas después..

Hasta ahora. El jueves 2 de septiembre, para ser más exactos, cuando han quedado soldados sus seis grafemas en el mismo espacio que antes pagaba la multinacional coreana Samsung para  promocionar sus productos. Solo que a nadie se le ocurrió cambiarle el nombre al santo.  


PUBLICADO: 04 de septiembre de 2021