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La luz de la oscuridad

Desde Ciudad Bolívar, cuna de la energía hidroeléctrica del país, nos llega la gente de Productos 3N (que no 3M) promoviendo “la luz de la calidad” en una Caracas signada por constantes apagones .

La gigantografía, ubicada en la entrada de la Av. Venezuela de Bello Monte, paralela a la autopista Francisco Fajardo, muestra la foto de una vela encendida junto a dos lamparines, como motivo principal de la publicidad de este artículo que causa cierta suspicacia: el caraqueño puede agradecer a todos los santos con estas luminarias, el hecho de vivir en la capital del país, en extremo consentida si se la compara con el interior donde la falta de electricidad es el “pan de cada día”; una frase que, por cierto, está a punto de entrar en desuso.

La valla plantea un tema que raya en lo paradójico pues,en el país de la ENERGIA, con reservas de petróleo cuasi infinitas, la luz se va a cada momento en todo el territorio sin que se avizore a corto o mediano plazo una solución de continuidad en el suministro eléctrico.  Esto a pesar de queVenezuela cuenta con la segunda represa más grande de América y posee las poderosas turbinas de la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, surtidas por las corrientes del Caroní, que a su vez forma parte de la cuenca del Orinoco, el tercer río más caudaloso del mundo -sin contar la represa Uribante Caparo en Táchira- que en un tiempo le dieron energía casi gratis a los vecinos Brasil y Colombia.Pero el agua, así como la luz, también escasea y Venezuela debe alumbrarse con velas y bañarse con totuma. ¡Vaya contradicción!

Este tema de los apagones y bajones de energía recurrentes, que se ha convertido en un desasosiego para todos, para Velas 3N se transforma en una oportunidad de oro que ilumina el camino de su negocio. Y es que ahora se hace estrictamente necesario contar con un buen número de velas en casa, pues el asunto va más allá de cumplir con la religiosa costumbre de encender a San Judas Tadeo, abogado de los casos desesperados, o al doctor José Gregorio Hernández por alguna necesidad de salud, asuntos que tampoco dejan dormir en paz al venezolano.

En este país que parece estar condenado a que la “candelita que se prende” es “candelita que se apaga”, la valla de 3N puede verse también como un símbolo: el de la luz de la oscuridad, una flama encendida que llega desde el estado Bolívar para alumbrar la conciencia de un país muy religioso, pero cuyas súplicas no son suficientes como para generar la energía necesaria capaz de encender la mecha del tan cacareado cambio.

“Vamos a ver”, dijo un ciego, y apagó la luz.

 


PUBLICADO: 26 de noviembre de 2019