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Cuando las redes sociales se convierten en una letrina

En las cuentas personales de los entornos sociales aplica el principio de autonomía. Nadie tiene el derecho de auditar lo que cada quien publique en ellas y la censura en estos tiempos es, a todas luces, deleznable. Sin embargo, cuando se es una figura pública, la forma y fondo de las publicaciones pueden generar caos, y en muchos casos, esa es la idea.  Un estruendoso galimatías recientemente protagonizado por ex misses, animadoras y periodistas venezolanas en el que se han recabado más de 2.000 menciones en twitter y más de 40.000 en Instagram, nos hace reflexionar sobre la calidad del contenido preferido por la mayoría de los lectores de las redes.

María Alejandra Almenar /@Mariale_Almenar

Está bien, las redes sociales trajeron consigo la democratización de la información y la censura sobre ellas, es condenable. Para eso, cada red social tiene sus propios códigos y puede solicitarse cualquier sanción si el contenido resulta ofensivo o si fomenta conductas destructivas abiertamente.

Entendemos que el acceso abierto a la información y el poder de opinar coloca en las manos de cualquiera, un derecho que puede ser tanto un beneficio para las comunidades como un arma letal de destrucción. Todo depende, lamentablemente, de la ética y el sentido común -el menos común de todos los sentidos- del usuario o del lector.

¡¡Qué pase el escándalo!!!

Detrás de un escándalo comunicacional, hay toda una industria. Ya sabemos que muchas “celebrities” compran seguidores (ver Yo compro, tú compras, las marcas compran… seguidores) y que ciertos personajes reciben dinero por publicidad dependiendo de la cantidad de seguidores y de los likes que generan sus publicaciones. Por ello, muchos se desviven por promover contenido que capte seguidores rápidamente y este no necesariamente tiene que ser benéfico.

Ya la televisión dio el ejemplo. Los talk shows dieron cátedra en la primera década del 2000 de cuánta audiencia puede captarse por contenido amarillista y violento –pregúntenle  a la Señorita Laura- y al parecer, el mismo modelo quiere ser replicado en las redes sociales.

Los números de la discordia

Recientemente ha sido divulgado en las redes sociales, un escándalo en el que se han visto involucradas ex misses, animadoras y periodistas venezolanas por sus presuntas asociaciones con personeros corruptos. La veracidad de la información divulgada no es el tema de esta nota, pero sí lo es la forma en que los seguidores responden a estas temáticas.

 Una de las animadoras involucradas en el asunto, acumula 38.510 likes en las 3 publicaciones de su cuenta relacionadas con el tema. Hay 480 publicaciones en Instagram bajo la etiqueta #Enchufadas que representa el contenido de la polémica y más de 40.000 menciones relativas. Más de 2000 menciones en twitter, innumerables publicaciones de páginas web, noticieros digitales, páginas de farándula… en fin, el tema ha sido el hit de la temporada y seguramente, muchos habrán encontrado la manera de monetizarlo.

Vende la forma y no el fondo

La atención sobre el escándalo supera la que ha generado cualquier otra noticia de verdadero interés nacional, y lo peor es que lo que ha hecho tanto ruido, no es el contenido en sí -que ya era un secreto a voces- sino el vocabulario empleado por las mujeres implicadas.

Palabras soeces, ofensivas y procaces han utilizado las “damas” en cuestión para dirigirse unas a otras pretendiendo defenderse de una acusación sabida por todos, pero, intentando limpiar su nombre, su propio vocabulario las ha dejado aún peor.

Sin embargo, aunque la reputación de las “artistas” esté en juego, lo verdaderamente importante es que la audiencia se ha divertido horrores viendo cómo se insultan unas a otras. El público ha aprovechado la oportunidad para drenar su molestia contra quienes están involucrados y lo que representan y hasta memes han surgido de la ocasión, porque el humor venezolano, nunca puede quedar por fuera.

Pero mientras todo esto pasa, el rating de los programas en los que se habla de esto o trabajan las animadoras sube, las publicaciones siguen reposteándose, más páginas web fabrican títulos amarillistas y dan a pie a que la noticia se mantenga en el tapete para obtener el máximo provecho.

No es un secreto para nadie que las redes sociales son utilizadas en su mayoría por adolescentes sin supervisión y es una realidad que quien se hace una figura pública, debería asumir el compromiso de, como mínimo, tener un filtro en sus palabras cada vez que hace declaraciones que trascenderán su ámbito privado.

Y no, no es la intención ser pacatos, pero sin duda es curioso que un contenido ofensivo traiga más atención que contenidos de valor. Si todo el poder comunicacional de un escándalo se utilizara para realizar aportes positivos, seguramente la historia sería otra.


PUBLICADO: 14 de marzo de 2018