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ANÁLISIS: El marketing del Plan Maduro apuesta por la "posverdad"

El vicepresidente de Economía, Tareck El Aissami, dice que los trabajadores ya han recuperado su poder adquisitivo. ¿Cómo es eso posible? Porque es que nadie ha cobrado el salario mínimo nuevo que, por cierto, ya se ha depreciado en más de 30% antes de entrar en vigencia, por la devaluación del bolívar en los mercados paralelos. Así se vende el Plan Maduro.


Se utilizan nuevos términos para enmascarar viejos vicios. Antes de hablaba de mentira y ahora decimos "posverdad" y por esa vía nadie es mentiroso, porque no importa la lógica de los hechos, sino cómo se interpretan.

Este comentario viene a cuento al analizar el discurso con el cual el gobierno ha vendido su "programa" de recuperación económica y los resultados que dice haber obtenido, aún cuando el grueso de las medidas anunciadas aún no se aplica.

Primer ejemplo: el vicepresidente de Economía, Tareck El Aissami, dice que los trabajadores ya han recuperado su poder adquisitivo. ¿Cómo es eso posible? ¿Bajó mágicamente la inflación? Porque es que nadie ha cobrado el salario mínimo nuevo que, por cierto, ya se ha depreciado en más de 30% antes de entrar en vigencia, por la devaluación del bolívar en los mercados paralelos.

Esto es interesante, porque es el gobierno el que ha puesto sobre la mesa la idea del poder de compra del salario. Como un acto de ilusionista, la capacidad de consumo se recupera, porque el bolívar está apalancado al Petro, una moneda virtual que ninguna entidad regulatoria, ninguna entidad financiera, ningún mercado reconoce y, más aún, su convertibilidad -si es que existe la posibilidad real de convertirla masivamente- está afectada por sanciones internacionales impuestas a la administración de Nicolás Maduro.

¿Y qué hay detrás del Petro? ¿Qué es lo único que cuenta? ¿Dónde está el respaldo? En los dólares de la menguada renta petrolera; una renta no producida y, por lo tanto, absolutamente ilíquida. Se trata de unas reservas de crudo pesado y extrapesado, a las cuales se les ha asignado arbitrariamente un valor de mercado que no tienen, porque, en principio, ese crudo necesita ser mejorado para que llegue a los grados API que lo hagan rentable, o siquiera comercialmente viable, en los mercados internacionales.

Entonces, el petro se fundamenta en dólares escasos que provendrían de un petróleo no extraído y que, sin que ciertas condiciones apliquen, no es competitivo.

Sin embargo, el vicepresidente El Aissami dice que hay empresas que hoy están vendiendo en un día lo que comercializaban en una semana, porque se ha recuperado el salario. ¿Cómo?

¿Y qué fue lo que pasó? Simple, con una razzia arbitraria -que supuso detenciones de trabajadores- se obligó a cadenas comerciales a bajar los precios a las escalas de julio, sin aviso ni protesto -y, por supuesto, sin reparar en las estructuras de costos-, lo que hizo que los ciudadanos se volcaran a vaciar los anaqueles, no porque sintieran que ahora ganan más, sino porque saben dos cosas, demostradas empíricamente: la primera que los productos regulados desaparecerán y que los precios subirán a una escala todavía mayor.

Por eso "el pueblo compró". Las personas que hicieron estas compras participaron en otro saqueo organizado y estimulado desde el gobierno, con el único fin de generar respaldo social a las medidas, porque saben que el "paquete" tiene un costado profundamente impopular y, además, es tan o más inflacionario como los anteriores.

No obstante, El Aissami dice que las fuerzas productivas "se han desatado" con la misma cara lavada del ministro Jorge Rodríguez cuando dice que un pizzero en El Paraíso trabaja 800 horas semanales. "¿Y quién se va a poner a sacar esa cuenta?", a lo mejor se preguntó el médico psiquiatra.

La pregunta es: ¿Se ha tomado una sola decisión que contribuya a incrementar la productividad interna? La respuesta obvia es no. Se exoneran de aranceles de más de 8.000 productos importados, pero dónde se consiguen las divisas para reactivar la importación si lo que existe es un mercado legal mínimo con una escuálida oferta de "origen privado".

Ecoanalítica sostiene que más de 50% de las extraordinariamente menguadas importaciones privadas se realiza a un tipo de cambio paralelo, pero el gobierno se crea una ficción -una de las mayores prácticas de "posverdad" que se conocerán en la historia de Venezuela- para pretender convencer a la sociedad de que la economía se "desdolariza", cuando lo que ha hecho es oficializar una dantesca devaluación del bolívar -de entrada 96%- para sacar provecho fiscal.

La misma historia ocurre con los impuestos. El gobierno intenta secar aún más las finanzas de las empresas para obtener más bolívares devaluados, vaya usted a saber para qué, porque lo cierto es que se ha generado un verdadero caos monetario a partir de la emisión ya incalculable de dinero sin respaldo real, y que se decuplica gracias a que ya ni siquiera hay que imprimir billetes, sino que se depositan bonos de dinero inexistente, tanto en el plano físico como en el del valor monetario, en las cuentas de -¿incautos o irresponsables?- beneficiarios.

Entonces, hablar de "posverdad" es poco menos que una frivolidad en el caso del análisis del discurso económico oficial. ¿Cómo se puede decir que las empresas están aumentando las ventas cuando lo que se ve y se palpa es que muchas están cerrando, o están viendo cómo liquidar a sus trabajadores para cerrar?

Estamos, simplemente, ante un gobierno cuya única meta es sobrevivir y que lo único que aspira, en consecuencia, es a tener recursos para repartir 6 millones de cajas de comida -como único subsidio real- cada 15 días, porque lo demás es pura ficción monetaria que, al final, obliga al sector privado a pagar buena parte los costos asociados.

Llámese "posverdad" o simplemente mentira, el plan de Nicolás Maduro y el discurso que lo soporta tendrán consecuencias muy graves en términos económicos y sociales. Y estas sí serán verdaderas.

 

 

 

 

 

 


PUBLICADO: 30 de agosto de 2018